Las repercusiones mundiales de la problemática entre China y Taiwán
Por Dr. Orlando Gutiérrez Boronat*
La gran problemática entre la República Popular China y los Estados Unidos sobre el presente y futuro del archipiélago de Taiwán se ha convertido en un tema central de la política global actual. Para mejor comprensión del tema, y ahondar sobre las tensiones exacerbadas por el mismo, es importante tener conocimiento de sus aspectos básicos y romper con mitos al respecto muy diseminados en la cultura general.
Aquí cuatro de los mitos y realidades sobre estos temas:
Taiwán es históricamente parte de la República Popular China y por tanto el reclamo de China sobre ese pueblo y territorio es legítimo.
Taiwán nunca ha sido parte de la República Popular China, gobierno comunista que se estableció en el poder en Beijing en 1949. En 1895, al final de la primera guerra Chino-Japonesa, Taiwán fue cedida a Japón por la dinastía Qing.
Los japoneses la gobernaron como colonia hasta 1945 cuando pasó al control de la República de China, estado nacionalista proclamado y fundado en China en 1912. Al final de la guerra civil entre los nacionalistas chinos y las fuerzas comunistas en 1949, el gobierno de la República de China se estableció plenamente en Taiwán e islas aledañas, donde ha permanecido como tal hasta ahora. Taiwán nunca ha sido gobernada por la dictadura comunista fundada por Mao Zedong bajo el nombre de República Popular China. No es lo mismo República de China que República Popular China.
Lo de China y Taiwán es un problema entre chinos.
Esta afirmación escuchada tan a menudo no solamente tiene una connotación racista, sino que es falsa. Lo de China y Taiwán es primordialmente un problema de valores y conceptos. Taiwán es una democracia plural y próspera, donde la sociedad civil y las empresas pequeñas, medianas y grandes son respetadas por la ley y participantes en la vida pública del país. A la dictadura comunista establecida en China le preocupa el ejemplo de libertad y democracia que Taiwán representa para todos los pueblos que viven bajo el dominio del régimen comunista de Beijing. Por eso insiste en avasallarla. Taiwán demuestra cada día de que puede haber progreso económico con libertad política, un ejemplo que el régimen comunista chino considera subversivo.
Taiwán no quiere perder su soberanía porque sabe muy bien la represión que padecen aquellos que caen bajo el control de los comunistas chinos: tal y como estamos presenciando ahora, por ejemplo, con Hong Kong, Tibet o con la etnia Uyghur, así como con la población china continental en general.
Cuando más, este es un diferendo que afecta sólo a Asia.
Todo lo contrario, es un conflicto latente con repercusiones internacionales. Primero, porque Taiwán es posiblemente la democracia más sólida de Asia. Suprimir la democracia en Taiwán mediante el establecimiento de un control comunista chino sería un golpe a todas las democracias de la región, incluyendo dos de las más influyentes en el mundo: la India y Japón. Segundo, Taiwán es una pacífica potencia productiva y tecnológica que es parte integral de la economía mundial. Por ejemplo, Taiwán ha sido uno de los países en el mundo que más exitosamente ha lidiado con el coronavirus en su territorio, y sigue siendo uno de los principales productores de semiconductores en el mundo. La desaparición de Taiwán como un alto centro de investigación, innovación y producción afectaría la calidad de vida del resto del mundo a corto plazo. Tercero, Estados Unidos está legalmente comprometido con la defensa de Taiwán. La República de China ha sido un aliado histórico de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial hasta la fecha, y es parte de la estrategia de defensa de la región del Pacífico por parte del Alto Mando Militar americano.
Este problema no afecta a la América Latina.
Todo lo contrario, nuestra región es uno de los escenarios internacionales donde se está dando este conflicto. ¿Por qué? Porque la República Popular China aspira a una hegemonía internacional y quiere desplazar a los Estados Unidos como la principal potencia del planeta. Como parte de esa estrategia, el Partido Comunista Chino ha enfatizado el control de los recursos naturales de zonas estratégicas del mundo, como son África y América Latina. Para hacerlo, establece alianzas y respalda fuertemente a regímenes totalitarios que puedan garantizarle este control.
Por eso, por ejemplo, en nuestro hemisferio el Partido Comunista Chino está respaldando fuertemente a las dictaduras existentes en Cuba y Venezuela, y promueve a fuerzas similares por toda la región. Los comunistas chinos hacen todo lo que pueden porque los países latinoamericanos rompan relaciones diplomáticas con Taiwán, como parte de una estrategia de aislar y ahogar la libertad de ese pueblo. Además, han estado dispuestos a inmiscuirse en los asuntos internos de diferentes países para lograr este alejamiento de Taiwán.
Cabe hacernos esta pregunta: ¿Cuál es mejor ejemplo e influencia para la región? ¿Una democracia próspera y creativa, de vocación pacífica, o un coloso totalitario que utiliza un inmenso poder económico para lograr su ascendencia sobre la humanidad? La agresión de un estado totalitario contra uno democrático es siempre señal de peligro para toda la humanidad. Así fue, por ejemplo, la agresión soviética contra los países bálticos, Finlandia y Europa del Este, la invasión nazi a Checoeslovaquia, y la misma invasión del Partido Comunista chino de Tibet o la actual represión contra Hong Kong. Defender la libertad de Taiwán, es defender nuestra propia libertad.
*Doctor en Filosofía de las Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami.
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